La adversidad se ha descrito por mucho como aquel terreno infértil en el que, preferentemente, no queremos poner pie. Incluso con mayor frecuencia se describe de forma negativa como el punto álgido antes de un ineludible fracaso. Pero, cuando se hace una comprensión más acertada de la realidad, se puede concluir que la adversidad puede ser muchas cosas (dolorosa, implacable, fortuita), pero lo último es que es negativa, y mucho menos infértil. Por el contrario, es un punto de inflexión, un gran agente de cambio que, si bien puede deshabilitarnos hasta hacernos fallar, también es una gran oportunidad para esclarecer y comprender el funcionamiento de las cosas. El problema que tiene la gente —muchos líderes incluidos— con respecto a la adversidad es que juzgan demasiado pronto la situación y en lugar de entenderla como un ciclo de adaptación de valor incalculable, la clasifican como un fracaso irremediable que interrumpe el crecimiento, cuando en realidad es el catalizador del progreso.
No puedes evitar la adversidad, sobre todo cuando persigues objetivos ambiciosos. Lo creas o no, sentir el peso de la adversidad es una suerte si lo consideras correctamente. Cuando aceptas un desafío —idealmente hablamos de un desafío en el liderazgo, pero puede ser en la vida misma— al principio las cosas marchan bien y todo parece fácil, es lo que Seth Godin llama: la suerte del principiante, pero con el tiempo la adversidad aparece y es la señal irrefutable de que precisas cambios para seguir progresando. Si puedes desarrollar una reacción a la adversidad y reflexionar sobre esta —sin rehuir—, progresarás rápido y aprenderás más. La diferencia entre un gran líder y líderes mediocres es la habilidad para aprovechar la adversidad: si se enfrenta bien, justo en el momento en el que es más fácil renunciar, se acelerar el proceso que convierte a un principiante en alguien con maestría en la disciplina que se trate.
¿Cómo aprovechar la adversidad?
Una vez que te das cuenta de la eficacia superior que resulta de afrontar las realidades dolorosas causadas por tus problemas, errores y debilidades, ten por seguro que no querrás actuar de ninguna otra manera. Basta solo con acostumbrarse a lidiar con la adversidad. La mayoría de personas no reflexionan cuando experimentan dolor y, una vez pasado este sufrimiento, sortean la situación y se centran en otras cosas, de modo que no aprovechan para reflexionar y obtener alguna lección. Idealmente debes desarrollar la capacidad de pensar con claridad mientras atraviesas una adversidad. Pero si lo haces una vez hayas atravesado el problema con o sin éxito, también es un crecimiento.
Tus desafíos particulares te ponen a prueba y te fortalecen. Si no fallas es que no estás forzando tus límites, y si no lo haces no progresas ni desarrollas habilidades que usualmente estarían ocultas. Aunque este proceso de superar los límites, fallar a veces y triunfar otras, no está hecho para todo el mundo; si te sumerges en él puede que lo encuentres tan emocionante que al final resulta adictivo. El liderazgo y la vida te enfrentará, inevitablemente, a esta clase de momentos, y debes decidir si quieres volver por más. Cuando una persona escoge la vía de evolución personal, a menudo dolorosa, «asciende» de forma natural a niveles cada vez más altos. Una vez que hayas dejado atrás la adversidad, te darás cuenta de que parece más grande de lo que en realidad es cuando la experimentas. Cuanto más crezcas, con más eficacia obtendrás resultados que te acercarán a tus objetivos. Lo que en un principio te pareció inmensamente complicado se vuelve sencillo.
Ve a donde puedas encontrar adversidad —situaciones que demanden competencias de tu liderazgo con las que no estés familiarizado, no problemas—. Si no te rindes y en cambio te sientes cómodo operando con un cierto nivel de dolor, progresarás más rápido. Cada vez que afrontas una situación de adversidad te encuentras ante una disyuntiva importante: tienes la oportunidad de comprender el funcionamiento de la realidad, o de engañarte y perjudicar tu crecimiento, pero seguir cómodo. Irónicamente, si escoges la opción que en apariencia es más dolorosa, la adversidad pronto se volverá placentera. Desarrollar el hábito de abrazar la adversidad y aprender de ella te llevará a un nivel mucho más alto. Podrás:
- Identificar, aceptar y aprender a lidiar con tus debilidades.
- Aceptar la sinceridad de quienes te rodean para que no te oculten sus ideas negativas sobre ti.
- Ser tú mismo; no fingir que eres fuerte cuando en realidad eres débil.
¿Te imaginas la clase de líder y persona que podrías llegar a ser?
Conclusión
Casi todo el mundo preferiría no tener flaquezas ni sufrir adversidades. Nuestro entorno y nuestras experiencias en el mundo nos han condicionado para que nos avergoncemos cada que sufrimos un traspié y por consiguiente lo ocultemos. Pero la gente, si se le preguntará, diría que es más feliz cuando pueden ser ella misma. Si puedes ser honesto con tus flaquezas, no solo serás más libre sino que irás evolucionando para que cada vez enfrentes adversidades de más complejidad, y no hace falta explicar que nuestras adversidades están a la altura de nuestros propósitos. No sufras por tus debilidades ni te azores por la adversidad, pues todos la vivimos. Ponerla sobre la mesa y reflexionar sobre ella te ayuda a dejar malos hábitos y a adquirir otros buenos, así como fortalezas reales y un justificado optimismo.
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- Como ser un líder – Daniel Goleman
- Cómo ganar amigo e influir sobre las personas – Dale Carnegie
- Las 21 leyes irrefutables de liderazgo – John C. Maxwell
- Cómo ganarse a la gente – John C. Maxwell
- Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva – Stephen R. Covey
- Inteligencia emocional – Daniel Goleman
- Las 48 leyes del poder – Robert Greene
- Liderazgo: el poder de la inteligencia emocional
- El líder que no tenía cargo – Robin Sharma
- Las 21 cualidades indispensables de un líder- John C. Maxwell
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