El nivel de productividad de un equipo está condicionado únicamente por las competencias del líder que lo dirige y no más. Un líder puede conformarse con el estricto cumplimiento de los objetivos, pero también puede convertirse en el principal protagonista de un equipo de trabajo altamente productivo y competitivo. Depende en gran parte de su habilidad para reconocer las capacidades de la gente y delegar el trabajo según esas capacidades (aquí se puede consultar un artículo completo sobre cómo delegar). Sin embargo, una vez que ha delegado el trabajo no puede sentarse solamente a esperar noticias sobre el éxito o el fracaso en su ejecución. Necesita hacer evaluaciones constantes para asegurarse de que el trabajo se está realizando correctamente, pero también necesita tener sensibilidad y hacerlo con maestría para no parecer un líder controlador. El líder que espera a que un tarea este terminada para poder evaluar y dar retroalimentación, se arriesga a recibir de la gente un resultado poco prometedor o por otro lado se arriesga a mantener una baja moral en el personal mientras están trabajando. La gente necesita el estímulo de escuchar que haciendo bien las cosas, pero también necesita saber tan pronto como sea posible cuando las están haciendo mal. Esa es la razón por la que es imprescindible que aprendas a supervisar el trabajo del personal.
Cómo supervisar el trabajo
Define con qué frecuencia
Supervisar a la gente es un trabajo que requiere habilidad y competencia para no parecer un líder asfixiante, pero tampoco un líder descuidado. El elemento importante que debes cuidar es la frecuencia con la que se mide el progreso de la tarea que se delega. Existen cinco factores que determina la periodicidad de la supervisión del trabajo. Esos son los siguientes:
1. La importancia de la tarea. Cuando algo es muy importante para el éxito en el cumplimiento de los objetivos, se tiene que supervisar con frecuencia y de forma personal. No se agrega ningún valor cuando se hace un constante rendimiento de cuentas a un persona que hace un trabajo que no es prioritario y sí puede convertirse en una demostración de un liderazgo controlador que afecte la moral de la gente.
2. Las demandas del trabajo. Si el trabajo demanda un gran esfuerzo físico o mental, la persona que lo desempeña necesita tener certeza del interés genuino de su líder por su bienestar y la satisfacción de sus necesidades. Puede que necesite guía, herramientas o información que faciliten su trabajo o puede que necesite ayuda resolviendo problemas difíciles.
3. La novedad del trabajo. Algunas personas no tienen problemas enfrentando una nueva tarea sin importar qué tan diferente sea de su trabajo anterior, pero a otras les cuesta más adaptarse. Debes supervisar más seguido a las personas que son menos flexibles y creativas, sobre todo en tareas que salen de los límites de su campo de acción.
4. La novedad del trabajador. Si la gente es nueva, debes darles todas las oportunidades posibles de aprender y debes elevar su moral, por lo que tienes que supervisarlos seguido. Así los ayudas a anticipar problemas y a conseguir pronto el éxito en lo que hacen para que ganen confianza.
5. La responsabilidad del trabajador. Cuando sabes que puedes delegar un trabajo a una persona y siempre lo hará, puede que no necesite ser supervisada hasta que la tarea éste terminada. Con la gente menos responsable no puedes esperar hasta el final para recibir justificaciones en lugar de un trabajo hecho.
Acciones en la supervisión
La forma de supervisar un trabajo varía de acuerdo a las personas que lo realizan. Por ejemplo, los novatos y veteranos deben ser supervisados de diferente manera y con diferente frecuencia. Pero sin importar la persona que realice el trabajo, hay algunas cosas que debes hacer siempre:
Discutir los sentimientos. Aprovecha cada oportunidad con la gente para preguntarles cómo se sienten con el trabajo y para que tú expreses de igual manera tus expectativas y tu aprecio por ellos. Eso desvanece las dudas y confusiones y hace que el trabajo se vuelva satisfactorio.
Medir el progreso. Entre el líder y el trabajador deben determinar el progreso del trabajo y el progreso de la persona misma. Preguntas objetivas como: “¿Qué has aprendido hoy?” o “¿Qué opinas del trabajo que haces?” pueden ayudar bastante. También haz preguntas para saber si están enfrentando obstáculos, si comprenden el trabajo o si les incomoda algún aspecto.
Dar retroalimentación. Esta es una parte del progreso muy importante, siempre tienes que dar algún tipo de evaluación del desempeño de forma honesta, asegurándote de que tu juicio sea correcto. Da críticas constructivas. Esto les ayuda a saber cómo lo están haciendo, corrige los problemas, fomenta mejoras y hace que el trabajo se haga más rápido.
Dar ánimo. Ya sea que la persona lo esté haciendo bien o mal, da ánimo. Si están haciendo mal el trabajo pueden hacerlo mejor; si lo están haciendo bien elevan su moral porque alabas las características en las que son sobresalientes. El ánimo ayuda a las personas a continuar.
Incluso aunque la gente haya alcanzado un nivel de habilidad mayor, continua supervisando periódicamente el trabajo. Eso les ayuda a seguir en el camino, les ayuda a seguir creciendo y los anima a empezar a tomar la responsabilidad de crecer ellos mismos.
Conclusión
La supervisión laboral es una habilidad que se aprende con la práctica porque se necesita hacer con tacto y destreza para conseguir que la gente se sienta bien después de supervisar su trabajo. No cometas el error de pensar que es una simple actividad y que tienes el derecho de hacerla cuando quieras y como quieras por ser líder. Si piensas de esa manera, solo conseguirás resultados pobres y actitudes de confrontación por parte de las personas. Exige resultados, pero con respeto. Antes de supervisar el trabajo, acércate a la gente y gana su confianza, lleva buenas noticias o alguna nota positiva para crear un ambiente más cálido y que perciban que tu intención no es la de molestar, sino la de obtener información y ofrecer apoyo en caso de que lo necesiten. No es fácil tener ese nivel de sensibilidad, pero con práctica y disposición se puede dominar tal competencia.
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- Inteligencia emocional – Daniel Goleman
- Las 48 leyes del poder – Robert Greene
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- El líder que no tenía cargo – Robin Sharma
- Las 21 cualidades indispensables de un líder- John C. Maxwell